Mensaje a los jóvenes del MJS 2014
Soñad a lo
grande y seguid vuestro sueño
con alegría,
entusiasmo y convicción
Queridísimos jóvenes,
No os escondo mi emoción al dirigiros el último
mensaje como Rector Mayor. Quisiera que mis palabras llegasen a vuestro corazón
para deciros que siempre os he amado y os amaré. Estáis en el centro de mi
vida, de mi oración y de mi trabajo. Sois mi alegría, la fuente de inspiración
y de esperanza para el presente y para el futuro que el Señor me reserva.
Gracias por el amor que me habéis demostrado
siempre, por vuestras oraciones que me han sostenido en los momentos difíciles
de mi delicado servicio. En estos momentos veo vuestros rostros iluminados por
la alegría de vivir y de creer, pero también preocupados por un futuro
incierto. He compartido las esperanzas y los sufrimientos que leía en vuestros
ojos. Durante estos 12 años de mi hermoso oficio como Sucesor de Don Bosco
hemos vivido juntos momentos inolvidables como las Jornadas Mundiales de la
Juventud en Sidney, Madrid, Río de janeiro; los diferentes encuentros del MJS
en las inspectorías; los Confrontos y Campo-Bosco en el Colle Don Bosco y en
otros lugares. Han sido tiempos fuertes del Espíritu, experiencias de comunión
y de espiritualidad salesiana, momentos para compartir y momentos de
fraternidad que nos han hecho crecer en el amor a Jesús, a la Iglesia y a Don
Bosco.
Gracias, queridos jóvenes, por vuestra presencia
reveladora del amor de Dios, por la frescura y el entusiasmo que habéis
comunicado en estos encuentros, por la alegría que habéis dado a mi corazón.
Con corazón de padre continuaré a amaros y por eso quiero invitaros a mirar con
esperanza vuestro futuro. Dios no os abandona y nos está ofreciendo grandes
signos de su amor.
El Papa Francisco, signo del amor de Dios para su
Iglesia
Muchos contemplamos hoy, con gran alegría y estupor,
el anuncio de una nueva primavera para la Iglesia y para la el mundo. Los
profetas de desventura que decretaban el invierno de la Iglesia, una vez más,
tienen que desdecirse. Este nuevo soplo de primavera, don del Espíritu Santo,
tiene un rostro y un corazón: los del Papa Francisco. En el presentarse
humilde, sencillo y sonriente, revela su vida interior. Es un hombre
intensamente unificado en un punto focal en torno al cual se concentran gestos,
actitudes y pensamiento: el Señor Jesús, percibido siempre como Palabra de un
Dios de la bondad, de la ternura, de la misericordia.
Nos llama fuertemente la atención la figura de este
Papa tan dulce y, al mismo tiempo, hombre-roca, sólidamente afianzado en un
punto de anclaje en el que converge toda su fuerza moral, la libertad de actuar
y de hablar, junto a un profetismo iluminante. El punto unificador en torno al
cual se concentra toda su persona es, al mismo tiempo, un gran sueño y un vasto
proyecto con amplitud de miras.
¿Cuál es este sueño que ha seducido al Papa
Francisco y que contagia y fascina a tantos jóvenes? Es una Iglesia libre de la
mundanidad espiritual, libre de la tentación de cerrarse en su cuadro
institucional, libre de la tendencia al aburguesamiento y de la cerrazón en sí
misma, libre sobretodo del clericalismo y del machismo. Una Iglesia encarnada
en este mundo, resplandeciente en los pobres y en los sufrientes. Una casa
abierta a toda la humanidad. En su corazón está el gran deseo de una Iglesia
que acoja a todos, más allá de las culturas, de las razas, de las tradiciones,
de las confesiones religiosas. Una Iglesia que salga a las calles para
evangelizar y servir, alcanzando las periferias geográficas, culturales y
existenciales. Una Iglesia pobre, que privilegie a los pobres, convirtiéndose
en su voz, para superar la indiferencia egoísta de los que tienen más y no
saben compartir. Una Iglesia que preste una justa atención y relevancia a las
mujeres, sin las cuales, ella misma, corre el riesgo de la esterilidad.
El Papa Francisco vive con auténtica pasión la
entrega a este sueño que lleva en el corazón y quiere que todos los creyentes,
pero especialmente los jóvenes, vivan con la misma intensidad su impulso
misionero. Vosotros jóvenes sois los protagonistas irrenunciables y
determinantes de esta nueva primavera. Para salir de una cultura del “descarte”
que os margina y os paraliza dejándoos sin futuro, debéis encender en vuestro
corazón el “fuego” de una nueva pasión para invertir vuestras energías y
vuestra vida; se trata de comprometerse en causas nobles, positivas y de gran
valor moral, por las que valga la pena gastar la vida. Os lo pide el Papa
Francisco, os lo pide Don Bosco, os lo pido yo mismo en este último mensaje, como
un testamento espiritual que debéis custodiar cuidadosamente en vuestro corazón
y realizarlo en la vida.
Vuestra juventud, don para entregar a los demás
En estos años os he invitado a acoger vuestra
juventud como el don más valioso y a orientar vuestra vida según un proyecto
vocacional. He leído en muchos rostros que he encontrado la búsqueda y el gran
deseo de felicidad que se expresaba en la alegría de la fiesta. La fe cristiana
es la respuesta a vuestro anhelo porque es anuncio de radical felicidad,
promesa y confirmación de “vida eterna”.
Bebed en la espiritualidad salesiana y adentraos en
el corazón mismo de Don Bosco, donde compromiso y gozo van juntos, santidad y
alegría son un binomio inseparable. Desde el inicio de mi ministerio os he
propuesto un camino de santidad sencillo, alegre y sereno. La espiritualidad
juvenil salesiana quiere llevaros al encuentro con Jesucristo para estrechar
con él una relación de amistad y de confianza. Os he indicado siempre la
Iglesia como el lugar escogido y ofrecido por Cristo para encontrarlo y para
escuchar su Palabra. Solo su presencia discreta estimula vuestra libertad para
educar la mente, el corazón y la voluntad. A él le basta un pequeño signo de
confianza para deciros con mucha ternura: “Venid y estad conmigo, vosotros que
estáis sedientos de felicidad y hambrientos de cosas bellas y verdaderas que
hacen crecer la vida. Venid, los que estáis cansados, desanimados, deprimidos.
Los que sufrís en vuestro cuerpo, en vuestro espíritu, en lo profundo de
vuestro corazón”.
Escuchad, queridos jóvenes, sus palabras que se
adentran en vosotros lentamente y son consoladoras. Ellas se convierten en la
Eucaristía en sangre que da vida nueva, carne de vuestra carne. Es una nueva
vida que se nutre de oración, de comunión y de servicio. Es una nueva vida
percibida y vivida como vocación, como misión, como entrega fiel y
disponibilidad total hacia los demás. Escuchad la clara llamada del Papa a toda
la Iglesia: “¡Salgamos, salgamos para ofrecer a todos la vida de Jesucristo!”.
¿Cómo resistir a esta llamada? Es una llamada que tiene toda la intensidad y la
pasión del “Da mihi animas!” di Don Bosco. Vuestra generosidad juvenil no puede
sino alegrarse y dejarse sacudir por este grito, abandonando una fe tímida, paralizada
por el miedo y con dificultades para ser testimoniada.
Vosotros estáis llamados a vivir una fe que se
manifiesta como profecía, como certeza de ser amados por Dios hasta poner en Él
vuestra única seguridad. En su nombre podéis arriesgar todo, sin dejaros
atemorizar por nada y por nadie, sin dejaros condicionar por otras visiones del
mundo, sin contentaros con una vida mediocre.
La invitación que os hace el Papa Francisco es la de
salir sin miedo para servir al mundo, para enriquecerlo con el don de Cristo y
del Evangelio. A vosotros os confía la convicción de la real posibilidad de
cambiar el mundo, porque Jesús resucitado está con nosotros, todos los días,
hasta el final de los tiempos, y hace nueva todas las cosas: “Una fe auténtica
implica siempre un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores,
de dejar algo mejor después de nuestro paso por la tierra (EG, 183).
Queridísimos jóvenes:
Despidiéndome de vosotros os confío estas palabras
que brotan de mi corazón de padre. Os he querido siempre y continuaré a amaros
recordándoos todos los días ante mi y vuestro amigo Jesús. Por eso quiero hacer
mías las palabras de nuestro querido Don Bosco: “Hasta el último respiro de mi
vida será para vosotros, mis queridos jóvenes”. Os pido también a vosotros el
don de vuestra oración para que continúe a servir a la Iglesia y a la Familia
Salesiana con fidelidad y amor.
Os confío a María, nuestro auxilio, modelo de santidad
vivida con coherencia y totalidad, estrella de la nueva evangelización. Os
acompañe siempre con ternura de Madre en todos los momentos de vuestra vida. Os
ayude a dar un bello testimonio de comunión, de servicio, de fe ardiente y
generosa, de justicia y de amor hacia los pobres, para que la alegría del
Evangelio llegue a todos los jóvenes y ninguna periferia quede privada de su
luz.
Siempre
vuestro
Don Pascual Chávez V.,
sdb
Rector Mayor
Valdocco, 31 enero ’14